Me
estoy cansando de leer y escribir sobre banqueros, cajas de ahorro intervenidas
y políticos corruptos. Y aunque sé que volveré a hacerlo, lo dejo de momento,
aunque no sé hasta cuándo, porque dudo de la inminente caída de ningún meteorito,
que extermine a tal subespecie mutante y de las cucarachas no se ha librado nunca
ni Dios.
Se
ha publicado, que España ocupa el lugar 28, de una lista que pretende evaluar los
mejores países donde nacer, elaborada por el semanario británico The Economist.
Es decir, aquellos países que ofrecen –en teoría y en base a los indicadores
utilizados en su elaboración- mejores oportunidades para tener una vida sana,
segura y próspera.
En
concreto, estos indicadores intentan “puntuar”, aspectos vinculados a la
calidad de vida del país en cuestión, abarcando desde la climatología y la geografía,
la demografía, la criminalidad, la calidad educativa, los derechos humanos e
igualdad social y otros vinculados a aspectos culturales, políticos, económicos
y de confianza.
Las
listas, son precisamente eso, listas y por tanto, la posición que uno ocupa en
ellas, depende tanto de sí mismo como de los demás. Cuando se suben posiciones,
se puede deber tanto al mérito propio, como al demérito de los demás y de igual
forma, en sentido contrario, cuando se bajan posiciones.
En
25 años, España ha perdido 13 posiciones, pasando del puesto nº 15 al 28 actual,
dejando de estar por delante de países con un tradicional prestigio, en esto de
la calidad de vida, que ahora sí ocupan las 5 primeras posiciones de la lista, como
por ejemplo: Australia o Dinamarca.
La
debacle posicional en nuestro país en este período de tiempo, es similar a la
que han sufrido las “grandes potencias” como Estados Unidos, Alemania, Francia
y Japón, lo que parece indicar que aquello que te salva un día, te mata al día
siguiente ¿Es el preció que exige pagar el capitalismo y neoliberalismo a
ultranza? Pues quizás sí. No hay duda que en 25 años, el ser humano ha ido
modificando hacía donde y a qué precio, orientar sus esfuerzos, para conseguir
una calidad de vida aceptable y deseable.
Pero
las causas de la pérdida de posiciones de las grandes potencias, intuyo que no
son las nuestras en la misma medida. De alguna manera, en estos 25 años, la
generación del “baby boom” se nos ha ido diluyendo entre los “ni ni” y los que,
aún bien preparados, han tenido y tendrán que emigrar para tener un futuro. El
nivel de confianza en nuestras instituciones políticas y sus integrantes, es una línea descendente que
solo remonta, acaso por indiferencia, en épocas de bonanza económica. Los
contenidos y exigencia de nuestro sistema educativo, se han ido rebajando hasta
situarnos (según el estudio elaborado por el BBVA a partir de los datos del informe
PISA sobre estudiantes de 15 años) en la cola de Europa en 3 (desarrollo
educativo, rendimiento y calidad) de los 4 indicadores que valora. Una tasa de
inversión en I+D+i que jamás ha alcanzado los niveles del resto de países europeos
de referencia (actualmente el 1,38% respecto al 2% de media europea). Con más
de un 20% de la población actualmente en riesgo de pobreza o de exclusión
social, lo que la sitúa como el noveno país europeo con la peor tasa…
¿seguimos?
Como
decía al principio no quería hablar de ello, pero sin duda alguna, a la lista
inconclusa anterior, tenemos obligatoriamente que añadir, el extenso historial en
25 años, de corrupción y corruptos que acumulan las “cloacas” de nuestro país.
No
sé qué lugar ocuparemos en la lista de aquí a 25 años, pero deberíamos empezar
a asumir que el mérito, será únicamente nuestro. Qué no se nos olvide.
No hay comentarios:
Publicar un comentario