Por
mucho Shakespeare que la usase y por mucho té que uno se tome a las 5, donde
esté un aguerrido, patrio e ibérico: “Si nos pilla el banco de España, nos
corta los huevos”, que se quite cualquier declinación fina y elegante de esos rebuscados
términos anglosajones que tan en boga lucen hoy en día.
El "líder ibericus", con o sin greñas,
aguerrido como pocos, no necesita de tales eufemismos casquivanos para
expresar con rotundidad, sus ilimitadas e insospechadas
capacidades de dirección. De hecho, la inmensa capacidad “eclipsadora” de sus
cojones, le permite, a él sólito, cual Cid "matamoros", aunar méritos
suficientes para aparecer en Interviu sin enseñar ni un minúsculo pezón.
Una visualización en prensa, que a tenor de su repetición, debe estar causando
furor entre los directivos de Catalunya Banc. Una prueba más, sin duda, del referido ardor de estos personajes en lo
que a epitafio curricular se refiere, ya que parece que en esta entidad, “pone”
mucho más conseguir una aparición en dicha revista, que no irse al extranjero a
estudiar un máster. No hay como que a uno le hayan inculcado maneras de macho alfa, aunque no se llegue ni a "pigmeillo" intelectual decrepito.
Si
a poco de iniciarse el año, era Damia Llorach, Director Territorial de la
expansión de esta entidad, quien aparecía en la revista
por sus méritos epistolares para con sus directores de oficina, obligándoles a
la comercialización de participaciones preferentes, con la misma destreza y el
mismo ardor guerrero y motivador que usaba el Baygon con las cucarachas, esta
semana, lo es el que era uno de sus directos subordinados, Álvaro Visairas,
director de la zona de Castilla y León, que por lo leído en el contenido del artículo,
era también un eficaz seguidor del anterior y en lugar del máster al extranjero
(del que cabría esperar una posibilidad de no retorno), se apuntó a lo de comer
con los dedos y eructar después del ágape, en esto de las técnicas de venta y
motivación de equipos comerciales. Igualito que el Baygon o quizás, que las
cucarachas.
Dicho
personaje, refiriéndose a la presión de sus clientes al reclamar lo invertido
en participaciones preferentes con la entidad, instruía a sus directores de
oficina y subordinados, que tal devolución sólo era posible en “caso de muerte, amenazas de suicidio
colectivo, situación dramática, yo qué sé: que el tío nos quiere matar, que se
suicida… Solo en ese caso le hacemos un préstamo a tipo cero."
Nótese el énfasis de su discurso y la singular y profunda selección de
términos utilizados. Tanto, que no podemos evitar imaginar que debieron de ir
acompañados necesariamente de un aumento considerable de la presión sanguínea del
tercio vascular superior de su anatomía, ya que no es posible de otra forma,
vivir plácida y saludablemente con un apego tan significativo a la
"parca" como de la que hace gala: suicidio (colectivo, para más
hipérbole), muerte, matar... Una sicaria afición (¿quizás habilidad
directiva?), a la que recurre de nuevo, al declararse únicamente un
"ejecutor de la política comercial de la entidad".
Al
menos, en esa declaración, no utiliza de nuevo el "yo que sé". En
conclusión, muerte e ignorancia adornan su discurso. Escueto, pero altamente
definitorio.
De
personajes como Alvaro Visairas, insignificantes en su todo al fin y al cabo, tenemos
el mundo lleno en todos los ámbitos profesionales. Son los mercenarios que han parido años y años de estrategias absurdas orientadas únicamente a la
obtención de resultados, donde se premia el fin y no las habilidades, capacidades,
formas y medios para conseguirlos.
Era el perfil de mando intermedio requerido,
de quien no acompaña, no aporta, no filtra, ni matiza, ni enriquece las
instrucciones que recibe para darles valor y adaptarlas a las situaciones y,
sobre todo, a las personas que las tendrán que llevar a cabo. Actúan como embudos donde el agujero de salida es igual que el de entrada, la voz de su amo y el perro de hortelano.
Dónde
el grito, la presión, la amenaza y la chulería más rastrera, mal vestía y
camuflaba la apariencia de un liderazgo, un éxito, un pragmatismo y una eficacia
fugaz, que dio el poder a unos ignorantes sin más mérito a sus espaldas que un
talante de sórdido burdel de carretera para las relaciones humanas, una
minúscula capacidad a poco que el problema a resolver pasase de la tabla del 4
o requiriese de su implicación real y una inteligencia emocional un escalón por
debajo al de las amebas.
Pero
eso sí, fueron dotados de una infinita estupidez y obsesión onanística para
pasarse horas y horas en el espejo circular de sus rankings de venta, en sus reuniones
de narcisista monólogo y sus seguimientos estadísticos detrás de la Blackberry
o el Ipad de turno (un líder que no posea tal capacidad de trascendencia y
omnipresencia comunicativa, no es un líder, ya se sabe). Algún genio, más
incompetente si cabe aún que ellos, seguro que les diría: si consigues atemorizar con tu palabra, imagínate con tu presencia.
Todos
estos "Álvaros", sargentos "Arensivia nasios pa matá"
modernos, residuos grasientos de la peor cocina del infierno directiva posible,
costará eliminarlos de los ámbitos profesionales.
Desgraciadamente, aún hoy,
todo y ser patente su ineficacia más absoluta para cualquier ámbito de la
gestión y el ruinoso reguero de sus acciones, deambulan por nuestras empresas auto proclamándose unos profesionales
de éxito por ser capaces de "ejecutar" cualquier instrucción y además,
poniéndoles a su disposición los elementos más valiosos posibles: a los
clientes y a los trabajadores.