martes, 18 de marzo de 2014

Catalunya Banc…banca de proximidad, de complicidad, de connivencia

Cuando un sistema judicial se utiliza como irrefutable coartada para blanquear una mezquindad, la sociedad a la cual pretende servir dicho sistema, está en peligro. Si además, esa utilización, parte del gobierno del estado, entonces, ese sistema está perdido.

Si quiénes deben proteger a los ciudadanos, además de garantizar el buen destino y gobierno del dinero de sus impuestos, se sienten con la suficiente impunidad, para convertir la demanda por despido improcedente de los ex dirigentes de Catalunya Banc, Adolf Todó y Jaume Masana, en una “mise en scène” propia de miserables tahúres y maestros del cambiazo, es que, además el sistema da evidentes muestras de pudrimiento.

Pero parece que para los señores del FROB, y por ende del gobierno que les dirige, no era suficiente haber validado y respaldado durante más de año y medio a estos dos directivos a pesar de la evidente situación de quiebra en la que se encontraba la entidad que dirigían desde 2008, ni los desmanes contables de su balance. Tampoco los 12.000 millones recibidos en ayudas directas fueron motivo en ese periodo de ningún tipo de reprobación ni censura, así como tampoco las insultantes condiciones retributivas e indemnizatorias previstas en sus contratos.

Su gestión al hacerse cargo de esta entidad en 2011, se acomodó en un irresponsable e inexplicable “laissez faire” que acumuló fracaso tras fracaso en ventas imposibles, soluciones previstas de las que se desdecían con la misma rapidez y temeridad con la que se anunciaban, troceos que no lo eran y espurias promesas del gran valor de una entidad que, en 2012, perdía más de 11.800 millones de euros al mismo tiempo que recibía más de 12.000 en ayudas.

Mientras, la realidad se hacía incontestable, y el atractivo real de Catalunya Banc, si alguna vez tuvo alguno, se volatilizó por completo con la música de fondo de su desastre económico y escándalos de toda índole: su gestión de los híbridos, la demanda del fiscal anticorrupción a sus dirigentes, ocupaciones diarias de oficinas por plataformas antidesahucios, operaciones inmobiliarias de un rigor más que dudoso, incongruentes valoraciones de sus participadas, posible intento de manipulación de cuentas, un ERE demandado y recusado, etc.

La indignante sentencia a favor de Adolf Todó y Jaume Masana puede contemplarse desde diversos puntos de vista. El más evidente, por el empeño puesto por el juez en así constatarlo en el desarrollo de la sentencia, es manifestar la más que reprobable pasividad y dejación del FROB en argumentar y defender la procedencia de dicho despido. Tanto es así, que se hace imposible albergar otra explicación para ello, que no fuese la de querer vestir de legalidad e imposición debida, el cobro de una indemnización, que tenía perfectamente prevista pagar.

En parte, era de esperar. Si la falta de respeto más absoluto a la dignidad y derechos de los ciudadanos ha sido la pauta habitual de quienes han permitido el escándalo de los híbridos, la salida a bolsa de Bankia,  la gestión dolosa y exenta de cualquier control en no pocas instituciones financieras de este país, el ensalzamiento de los Blesa, Rato, Abad, Serra, etc. ¿Por qué iban a actuar de otra forma en el juicio de estos dos personajes? ¿Cabía esperar realmente un acto excepcional de responsabilidad y diligencia a estas alturas?

Pensar que el FROB ha hecho bien su trabajo en ese proceso es casi imposible, dado el currículum de torpezas que atesora a lo largo de su existencia, especialmente en lo referente a Catalunya Banc. Pero tampoco hay duda que a un organismo público no puede negársele ni perdonársele ignorancia alguna sobre el conocimiento de las leyes ni del funcionamiento de la justicia. Por tanto, no ha lugar suponer como un simple error el no haber planteado adecuadamente el despido de Adolf Todó ni de Jaume Masana, así como tampoco su defensa ante la justicia, para finalmente obtener una sentencia incomprensible, irritante e indecente a todas luces. Cuando la incompetencia genera injusticia y agravio, entonces, debe llamársela de otra forma.

Otra perspectiva a considerar es el de la actuación judicial. En otras palabras, la sentencia. Entendemos que centrar el debate en si los jueces deben ceñirse o no al marco legal establecido así como al procedimiento judicial establecido, es una absurdo camino que a poco o nada conduce, incluso en el caso de unos personajes con tan ingente bagaje de hechos y actuaciones punibles como son las de Adolf Todó y Jaume Masana al frente de Catalunya Banc. El asunto no es ese.

La  reflexión debería ser, a nuestro entender, si queremos un ordenamiento jurídico que pueda ser manoseado con unos fines e intenciones que no son precisamente los que emanan del marco legal que tiene como objetivo hacer cumplir y, en consecuencia, dejar sin protección al resto de ciudadanos a la vez que promover la existencia de tales actuaciones.

Cierto debe ser que un juez no puede poner más empeño en una causa y en unas pruebas, que la que pongan los propios litigantes, ¿pero y si con ello se tiene constancia de cierto amañamiento evidente entre las partes y que por tanto determinados delitos quedaran sin la sentencia adecuada? ¿Alguien se imagina como se pondría un cirujano si se encuentra a su paciente jugueteando con su instrumental en el quirófano? 

A esta señora, la justicia, la venda en los ojos ha servido para que unos sinvergüenzas la hayan llevado engañada a un fiestorro de corruptos encorbatados, donde las copas las hemos pagados todos y donde a ritmo de “reggaetón” farfullero nos han tomado el pelo miserablemente. Unos, por ceñirse ciegamente a la legislación y procedimiento legal vigente. Y otros, por utilizar ese marco de la forma más provechosa para sus intenciones.

A Adolf Todó y a Jaume Masana poco nos queda por decirles de su gestión, su inmoralidad y su desvergüenza por su paso por Catalunya Banc. Nunca tanta incompetencia ha sido tan bien remunerada y de forma tan ciega como impune. A los miembros del FROB que ya andamos demasiado cansados del cinismo e ineptitud en su gestión, aunque eso sí, quedamos a la espera de su siguiente despropósito que, a buen seguro, no tardara en darse.



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