Cuando un
sistema judicial se utiliza como irrefutable coartada para blanquear una
mezquindad, la sociedad a la cual pretende servir dicho sistema, está en
peligro. Si además, esa utilización, parte del gobierno del estado, entonces, ese
sistema está perdido.
Si quiénes
deben proteger a los ciudadanos, además de garantizar el buen destino y
gobierno del dinero de sus impuestos, se sienten con la suficiente impunidad, para
convertir la demanda por despido improcedente de los ex dirigentes de Catalunya
Banc, Adolf Todó y Jaume Masana, en una “mise en scène” propia de miserables tahúres
y maestros del cambiazo, es que, además el sistema da evidentes muestras de
pudrimiento.
Pero parece
que para los señores del FROB, y por ende del gobierno que les dirige, no era
suficiente haber validado y respaldado durante más de año y medio a estos dos directivos
a pesar de la evidente situación de quiebra en la que se encontraba la entidad
que dirigían desde 2008, ni los desmanes contables de su balance. Tampoco los
12.000 millones recibidos en ayudas directas fueron motivo en ese periodo de
ningún tipo de reprobación ni censura, así como tampoco las insultantes
condiciones retributivas e indemnizatorias previstas en sus contratos.
Su gestión al
hacerse cargo de esta entidad en 2011, se acomodó en un irresponsable e
inexplicable “laissez faire” que acumuló fracaso tras fracaso en ventas
imposibles, soluciones previstas de las que se desdecían con la misma rapidez y
temeridad con la que se anunciaban, troceos que no lo eran y espurias promesas
del gran valor de una entidad que, en 2012, perdía más de 11.800 millones de
euros al mismo tiempo que recibía más de 12.000 en ayudas.
Mientras, la
realidad se hacía incontestable, y el atractivo real de Catalunya Banc, si
alguna vez tuvo alguno, se volatilizó por completo con la música de fondo de su
desastre económico y escándalos de toda índole: su gestión de los híbridos, la
demanda del fiscal anticorrupción a sus dirigentes, ocupaciones diarias de
oficinas por plataformas antidesahucios, operaciones inmobiliarias de un rigor
más que dudoso, incongruentes valoraciones de sus participadas, posible intento
de manipulación de cuentas, un ERE demandado y recusado, etc.
La indignante
sentencia a favor de Adolf Todó y Jaume Masana puede contemplarse desde
diversos puntos de vista. El más evidente, por el empeño puesto por el juez en
así constatarlo en el desarrollo de la sentencia, es manifestar la más que
reprobable pasividad y dejación del FROB en argumentar y defender la
procedencia de dicho despido. Tanto es así, que se hace imposible albergar otra
explicación para ello, que no fuese la de querer vestir de legalidad e
imposición debida, el cobro de una indemnización, que tenía perfectamente
prevista pagar.
En parte, era
de esperar. Si la falta de respeto más absoluto a la dignidad y derechos de los
ciudadanos ha sido la pauta habitual de quienes han permitido el escándalo de
los híbridos, la salida a bolsa de Bankia, la gestión dolosa y exenta de cualquier
control en no pocas instituciones financieras de este país, el ensalzamiento de
los Blesa, Rato, Abad, Serra, etc. ¿Por qué iban a actuar de otra forma en el
juicio de estos dos personajes? ¿Cabía esperar realmente un acto excepcional de
responsabilidad y diligencia a estas alturas?
Pensar que el
FROB ha hecho bien su trabajo en ese proceso es casi imposible, dado el
currículum de torpezas que atesora a lo largo de su existencia, especialmente
en lo referente a Catalunya Banc. Pero tampoco hay duda que a un organismo
público no puede negársele ni perdonársele ignorancia alguna sobre el
conocimiento de las leyes ni del funcionamiento de la justicia. Por tanto, no
ha lugar suponer como un simple error el no haber planteado adecuadamente el
despido de Adolf Todó ni de Jaume Masana, así como tampoco su defensa ante la
justicia, para finalmente obtener una sentencia incomprensible, irritante e
indecente a todas luces. Cuando la incompetencia genera injusticia y agravio,
entonces, debe llamársela de otra forma.
Otra
perspectiva a considerar es el de la actuación judicial. En otras palabras, la
sentencia. Entendemos que centrar el debate en si los jueces deben ceñirse o no
al marco legal establecido así como al procedimiento judicial establecido, es
una absurdo camino que a poco o nada conduce, incluso en el caso de unos
personajes con tan ingente bagaje de hechos y actuaciones punibles como son las
de Adolf Todó y Jaume Masana al frente de Catalunya Banc. El asunto no es ese.
La reflexión debería ser, a nuestro entender, si queremos
un ordenamiento jurídico que pueda ser manoseado con unos fines e intenciones que
no son precisamente los que emanan del marco legal que tiene como objetivo
hacer cumplir y, en consecuencia, dejar sin protección al resto de ciudadanos a
la vez que promover la existencia de tales actuaciones.
Cierto debe
ser que un juez no puede poner más empeño en una causa y en unas pruebas, que
la que pongan los propios litigantes, ¿pero y si con ello se tiene constancia
de cierto amañamiento evidente entre las partes y que por tanto determinados
delitos quedaran sin la sentencia adecuada? ¿Alguien se imagina como se pondría
un cirujano si se encuentra a su paciente jugueteando con su instrumental en el
quirófano?
A esta señora,
la justicia, la venda en los ojos ha servido para que unos sinvergüenzas la
hayan llevado engañada a un fiestorro de corruptos encorbatados, donde las
copas las hemos pagados todos y donde a ritmo de “reggaetón” farfullero nos han
tomado el pelo miserablemente. Unos, por ceñirse ciegamente a la legislación y
procedimiento legal vigente. Y otros, por utilizar ese marco de la forma más
provechosa para sus intenciones.
A Adolf Todó y
a Jaume Masana poco nos queda por decirles de su gestión, su inmoralidad y su
desvergüenza por su paso por Catalunya Banc. Nunca tanta incompetencia ha sido
tan bien remunerada y de forma tan ciega como impune. A los miembros del FROB
que ya andamos demasiado cansados del cinismo e ineptitud en su gestión, aunque
eso sí, quedamos a la espera de su siguiente despropósito que, a buen seguro,
no tardara en darse.
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