viernes, 19 de abril de 2013

Lo que pudo haber sido y no fue


Situémonos en noviembre del año 2010.

Fernando Casado, hasta la fecha director general del IEF (Instituto de la Empresa Familiar), es nombrado nuevo presidente de Catalunyacaixa, en relevo de Narcís Serra, que había ocupado el cargo desde el 2005. En esa mismas fechas, además, se había culminado, sólo pendiente de la aprobación correspondiente por la asamblea de la entidad, la fusión entre Caixa Manresa, Caixa Tarragona y Caixa Catalunya.

El nombramiento de Casado, según se citaba en la prensa, era fruto del pacto entre las Diputaciones de Barcelona y Tarragona, por tanto, también del consenso entre PSC y CiU, contando además con el apoyo y aval del departamento de Economía de la Generalitat y el Banco de España. Considerando el solvente y amplio prestigio de Fernando Casado en numerosos ámbitos empresariales y económicos de este país, no es aventurado afirmar, que contaba además con el respeto y máxima consideración de muchos otros “elementos” de prestigio para su nombramiento.

Hacer una breve reseña de la trayectoria profesional de Fernando Casado es harto difícil, atendiendo a su dilatada trayectoria profesional. Licenciado en Económicas y Empresariales por la Universidad de Barcelona, actuario de seguros y Doctor en Ciencias Económicas. Es catedrático además, de economía de la empresa y de economía financiera y contabilidad.

Además de dirigir el IEF, ha tenido vinculación con múltiples compañías en calidad de asesor a lo largo de su trayectoria profesional, entre las que figuran Ernst & Young, Fibanc, Media Planning, Cap Gemini y Asepeyo. Es también miembro de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras, miembro de la Real Academia de Doctores y presidente de la Escuela de Administración de Empresas. También fue decano de la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona y vicepresidente del Círculo de Economía entre 1992 y 1995. La Fundación Bosch i Gimpera, el Círculo Ecuestre y la Family Business Network son otras de las entidades con las que ha estado vinculado.

Reconocido en numerosos ámbitos como un trabajador incansable, cuenta con el reconocimiento no sólo de las grandes compañías españolas de capital familiar, sino de toda la clase política, con quien ha negociado codo con codo, multitud de reformas legislativas para la mejora de la competitividad empresarial.

Sus 17 años al frente del IEF, uno de los lobbies empresariales más influyentes de España, le han convertido en una de las personas mejor relacionadas del mundo de los negocios y con un merecido prestigio de persona discreta, sería y de confianza.

Ya  en el momento de su nombramiento fue comentado el excesivo contraste a nivel de prestigio y experiencia entre él y Adolf Todó, director general de la entidad desde el 2008. La elección de Fernando Casado fue unánimente valorada, como de una excelente elección y de gran beneficio para la entidad. También se intuía que podría ser fuente de conflicto por las diferencias de talante y perfil entre ambos. Incluso la propia Diputación de Barcelona, al pronunciarse por quién debería ocupar el cargo, declaró que “se tenía que buscar un perfil equivalente al del director general”.

A los 3 escasos meses de su nombramiento, Fernando Casado presentó su dimisión. De la versión oficial de las razones, sólo tenemos la que apareció en la prensa: discrepancias salariales.

Según lo publicado entonces, Fernando Casado no estaba conforme con su remuneración de 200.000€, en línea con la que recibía su antecesor Narcís Serra, y los 800.000€ que él mismo había acordado en el momento de su contratación y que le fue aceptada por los órganos competentes de la Generalitat. La misma retribución, por cierto, que venía cobrando por su cargo en el IEF, ni un euro más ni menos. Lo cual, teniendo en cuenta su prestigio profesional primero, y segundo, que le fueron a “buscar”, puede ser cualificado de muchas maneras, pero entre ellas, ninguna próxima a la ambición y desfachatez retributiva tan en boga y conocida últimamente en los ámbitos directivos del sector financiero, especialmente el nacionalizado.

Pero al parecer, en la primera reunión de la comisión ejecutiva de la entidad el asunto explotó, alegando que realmente Fernando Casado no cobraba en su antiguo cargo 800.000€ sino 600.000€ y que tal retribución no tenían razón de ser para una presidencia que se pretendía no tuviese funciones ejecutivas, sino únicamente representativas y honoríficas. Tampoco para una entidad que había realizado una reciente reducción de 1.500 puestos de trabajo, y que incluso, en aquellos momentos pretendía implantar una reducción general del 5% en todos los sueldos.

Al parecer ese tipo de argumentos, no fueron suficientes a esa misma comisión ejecutiva, cuándo ese mismo año, su director general Adolf Todo, se incrementó su sueldo fijo un 33%, pasando precisamente de cobrar 600.00€ a 800.000€. El mismo año en que Catalunyacaixa recibía su primera inyección de capital del FROB: los primeros 1.250 millones de los 17.293 recibidos hasta hoy.

O los argumentos no eran suficientes o la comisión ejecutiva fue obediente y sumisa a los mismos intereses en ambos asuntos. No obstante, debemos alegar completa ignorancia de cómo y de qué manera se preparan, discuten y deciden los asuntos en este tipo de reuniones de alto nivel, tanto antes, como durante o después. Y a buen seguro, que lo que se ve en las películas, no es cierto ni de fiar.

Al final y tras varias negociaciones, Fernando Casado se negó a continuar ante tales circunstancias, y con la misma profesionalidad e independencia con la que había aceptado su cargo,  se negó a convertirse en un presidente sin más responsabilidad ni función, que la representación y sin capacidad de decisión ninguna.

Conclusión aparente: Fernando Casado dimitía por pretender cobrar demasiado para su función real.

Pero más allá de estas cuestiones, era un secreto a voces y como tal, hasta la prensa se hizo eco en su momento, que la relación entre él y Adolf Todó estaba impregnada de grandes diferencias. Para éste último, su voluntad pasaba por concentrar la máxima y única capacidad de decisión de Catalunyacaixa, sin tener que consultar, ni por supuesto obedecer, a un presidente por encima de él, a nivel decisorio.

De hecho, Adolf Todó, en una entrevista que le realizaron en el programa Ágora de TV3 en febrero del 2011, manifestaba su disconformidad con la conversión de la entidad en banco. Un posicionamiento que, al parecer, no era conocido por el propio Fernando Casado, lo que provocó un revuelo considerable en la entidad, según citaba la prensa de entonces.

Existen declaraciones del propio Fernando Casado que dejan poca duda de que su visión no pasaba precisamente por un papel poco relevante. Nada más ser nombrado, declaró que su deseo era “"aglutinar el consejo de administración para que todos puedan trabajar de una manera eficiente y dinámica".

Qué cada uno apueste por la razón real de su brevísimo mandato. Irónicamente, podría decirse que si en los tiempos que corren un Papa puede dimitir, por qué un presidente de una entidad financiera no puede hacerlo tan sólo con 3 meses en su cargo ¿verdad? Pero tres años después de aquellos acontecimientos, el perfil de ambos protagonistas: Fernando Casado y Adolf Todo y la perspectiva histórica de las decisiones y resultados de la actual dirección de Catalunyacaixa, dan un reducido margen de incertidumbre para decantarse por los motivos reales.

La directiva de Catalunyacaixa sigue en el mismo punto y lugar. Su trayectoria, resultados y situación actual de la entidad que dirigen, está a disposición de todo el mundo y son de sobra conocidos.

Fernando Casado, por su parte, se puso al frente de un nuevo proyecto, el Consejo Empresarial para la Competitividad, que aglutinaba una veintena de grandes empresas españolas, como como Santander, BBVA, Mapfre, Telefónica, El Corte Inglés, Mercadona, Iberdrola, Repsol, Inditex, ACS, Ferrovial, Acciona, el grupo Planeta, Criteria, el Grupo Barceló, etc., con el objetivo esencial de recobrar la confianza de los mercados internacionales en la economía española.

Fuentes:



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